En un mundo en constante movimiento, una iniciativa se destaca por su visión a largo plazo: el Reloj de los 10,000 Años. Este proyecto monumental, iniciado por la Fundación Long Now en 1996 y puesto en marcha en 2020, reside en una montaña en Texas. Más allá de medir el tiempo, busca cultivar un pensamiento orientado hacia el futuro, incentivando a la humanidad a considerar cómo nuestras acciones actuales impactarán las generaciones venideras.
Un experimento clásico ilustra nuestra tendencia hacia la gratificación inmediata. Se colocó un malvavisco frente a niños, prometiéndoles un segundo si podían esperar 15 minutos antes de comer el primero. Muchos no lograron esperar, revelando así nuestro «Cerebro de Malvavisco», que anhela la satisfacción inmediata. Por otro lado, tenemos una parte del cerebro dedicada al pensamiento a largo plazo, localizada en el lóbulo frontal, especialmente en el córtex prefrontal dorsolateral. Este es nuestro «Cerebro de Bellota», un nombre derivado de cómo ciertos animales almacenan bellotas para sobrevivir el invierno, demostrando una capacidad de planificación a largo plazo.
En su libro » The Good Ancestor«1, Roman Krznaric explora cómo podemos cultivar esta capacidad de pensar en el largo plazo. La premisa central es que deberíamos enfocarnos en «construir catedrales», proyectos que trasciendan nuestra vida y beneficien a las futuras generaciones. Krznaric nos insta a trascender la gratificación inmediata y a sembrar hoy las semillas de un futuro sostenible y equitativo.
En el ámbito empresarial, esta perspectiva cobra vital importancia. A través de la planeación estratégica, las empresas pueden superar la tendencia hacia la gratificación inmediata y enfocarse en crear valor sostenible.
Así como el reloj de 10,000 años nos recuerda la importancia de nuestro legado, es imperativo que actuemos hoy con la mirada puesta en el bienestar de quienes vendrán después de nosotros.
1Krznaric, R. (2020). The Good Ancestor: Long-Term Thinking in a Short-Term World.